Mi vida solo ha dado la vuelta una vez.

Voy a quedarme aquí todo el tiempo que haga falta. Estoy esperando la casualidad de mi vida, la más grande. Y eso que las he tenido de muchas clases.
Sí.
Podría contar mi vida, uniendo casualidades.

sábado, 28 de agosto de 2010

Coscorrones.

"Y que me encantas. Y que te quiero".

Y ahora sabía bien lo que hacía. Y no quería llamarlo asentar cabeza, ni formalizarse, ni ser por fin alguien responsable y serio. Porque ella no era ni responsable ni seria. Nunca había sido una chica razonable, y no lo empezaría a ser a estas alturas. Que tenía dieciséis años, por cierto. Pero eso no quitaba que sintiese como cualquier otra, aunque en su día tuvo el corazón de piedra. Y ahora no. Era independiente y con éxito. Y ahora era mimbre. Puro y duro. Mimbre predecible y nauseabundo, para su gusto.

Y sólo quería decirle que a ella también le encantaba. Y que si supiese, le compondría treinta y ocho canciones cada viernes por la tarde. Que le quería y todas esas palabras que sonaban tan cursis que ella no quería poner en sus labios. Pero eso no quitaba que las estuviese sintiendo y que de algún modo, quisiera hacérselas saber. Y que lo efímero puede estabilizarse y crear la balanza perfecta, y que ansiaba ese momento del modo en que ansiaba su mano debajo de su falda. Sí, quería que se enterase de una vez por todas de que él no era uno más, ni una tirita, ni un parche. Era un hilo rojo que casi de un modo imperceptible arreglaba su descosido.

Y quería decirle, (también), que podría pasar una noche entera hasta las seis de la mañana con seis litros de alcohol en la sangre, y seguiría pensando lo mismo. Porque por mucha que la ebriedad se apoderase de ella, había algo que la empujaba hacia otro lado con más fuerza. Algo así como un buen presentimiento. Si esperas, se pasan. Pero ella no quería que se le pasase, porque prefería la azotea y las clases de física que obviamente, de poco le servirían.

Y dicen que hay que tener cuidado de subirse a una nube sin preocuparnos por la altura, porque cuanto más alto subes, y mejor te sientes... es cuando más duele el coscorrón al caer. Pero llegaban tarde con sus explicaciones y sus consejos, muy tarde. Ya estaba en la nube, y quizá debería plantearse si subir más alto o aterrizar antes de que fuese a más.

Pero Casualidades nunca se planteaba un problema hasta que no tenía ese problema en frente suya. Y por el momento, solo había nubes y alguna que otra luna llena, con un poco de suerte. Y eso que no le gustaba nada esa luna. Es solo una excusa para hacer locuras.

Y tan sólo quería hacerle saber esas cuatro tonterías. Sí, quería que supiese que en el marcador de su vida, las puntuaciones ya estaban apuntadas con ese rotulador que no se borra y huele tan bien.

Ojos claros-1 Resto de tipos del mundo-0

Después de todo, el susodicho no era un cualquiera.




....Rescató su corazón del cubo de la basura.

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