Cuántas mañanas habría despertado deseando no haberlo hecho para no tener que enfrentarse a un día nuevo, a millones de falsos -Buenos días, a los 500 gramos de nicotina pegados al pulmón para adormecer el sistema nervioso, o las ganas.
Cuántos días habría estado esperando una casualidad que no llegaba, unos labios que no estaban y una voz que no emitía más que el gigantesco e insultante silencio.
Cuánto tiempo habría pasado en modo de espera.
Cuánto, coño.
Cuánto.