Mi vida solo ha dado la vuelta una vez.

Voy a quedarme aquí todo el tiempo que haga falta. Estoy esperando la casualidad de mi vida, la más grande. Y eso que las he tenido de muchas clases.
Sí.
Podría contar mi vida, uniendo casualidades.

sábado, 9 de octubre de 2010

Chaqueta de cuero.


La tipa de zapatillas coloreadas, a veces, tenía brotes de sinceridad.






"Aunque sea un enorme tópico. El más grande de todos. Exactamente, enorme. Redundo. Hago que llueva sobre mojado cada vez que te digo que te quiero. Y lo que te quiero. Y por qué te quiero. Las redundancias se meten en nosotros del modo en que la lluvia empapa los cristales. Como ahora mismo. Recorriéndolos de arriba a abajo. Oponiéndose a la gravedad una vez ahí colocada. Gotas. Muchas gotas, y una canción de piano al fondo.

Ojalá pudiese explicarme de un modo más preciso, uno que jamás hubiese usado nadie. Ya te dije una vez que el amor, no es nada nuevo, y sobre este, ya está todo dicho. No hemos inventado nada. Nos guiamos por el instinto, pero también por las películas y los libros que leímos, ansiosos de vivirlos nosotros también. Ojalá no fuese así, pero en efecto, así es. Y de nuevo te pido que imagines un mundo, nuestro, si queremos, en el que esas cosas jamás han sido dichas, y somos los primeros en pronunciarlas, los primeros en dedicar una canción, un beso o un cuerpo y un alma. Sé que al principio te será difícil. Vivir conmigo no es fácil. Y menos en un mundo. Si las lavadoras de la vida las pones tú, yo lo decoraré con incienso y un frasquito de cristal. De bolitas. Amarillas.

Pero, quizá, con el tiempo, el roce acabe por hacer cariño. Y entonces, en ese momento justo, y no en ningún otro, podré pedirte que me ayudes a salir de mi línea, paralela a la de la realidad. A la del resto, los demás. Contigo. Y dejar atrás el aislamiento que tanto tiempo me llevó construir, porque siempre me había gustado estar sola. Escribir cosas que solo yo pudiese entender. Me bastaba, era feliz. Alguna aventura de vez en cuando para acordarme de que en la otra línea, había gente. Pero nunca les ofrecí pasar. Se quedaban a las puertas de lo irreal y volvían cabizbajos al monstruo disfrazado de ciudad.

Y podrías estarte preguntando, (si es que tú, como yo, también haces preguntas retóricas al aire), por qué no pasar a mi línea, si sería algo menos complejo y más rápido. Sí, quizá así lo fuera. Pero no más eficaz. Porque yo no quiero que te aísles conmigo en una línea que tan sólo me ha visto caer y levantarme con la ayuda de unos pocos grados de alcohol. En la que me he equivocado y he querido volver atrás sin éxito alguno. Esa línea. Y nunca había tenido una razón de suficiente peso como para dar una zancada y mudarme a la otra, con el resto. Porque los demás, son solo hormigas de un hormiguero. Y todos sabemos que a las hormigas no les gusta nada jugar a la pelota. Pero ahora sí. Y quiero saltar, como también me encantaría saltar de un tejado a otro desde una azotea muy, muy alta. Y quiero que me enseñes cómo se ven las cosas desde ese lado. Perdona. Cómo las ves tú, quería decir. A veces se me olvida a quién le estoy escribiendo. Pero alguna cosa por dentro del pecho, me lo recuerda enseguida.

¿Sabes? Aquí sigue lloviendo. A mares. Y ahora lo miro, y miro una ventana empapada llena de gotas de lluvia incansables. Miro eso, pero veo más cosas. Y supongo que tú también las querrías ver.
Porque las redundancias, te repito, se han metido en nosotros como la lluvia empapa los cristales.
Y, si te paras a pensarlo, compararnos con los cristales y el agua, quizá tiene un muy buen significado. Y eso es lo que veo al mirar la ventana. Y sonrío. Inevitablemente.

Porque, como tú me dijiste, la lluvia nunca vuelve hacia arriba."











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