Mi vida solo ha dado la vuelta una vez.

Voy a quedarme aquí todo el tiempo que haga falta. Estoy esperando la casualidad de mi vida, la más grande. Y eso que las he tenido de muchas clases.
Sí.
Podría contar mi vida, uniendo casualidades.

miércoles, 8 de septiembre de 2010

Llévame a Liverpool.

¿A ti no te pasa nunca?

De repente un día, el mundo es una tontería. Te da igual que haya zumo de naranja para desayunar, que en el periódico la primera página anuncie el decreto de paz entre Estados Unidos e Iraq, que el agua de la ducha salga en su punto de temperatura ideal a la primera, sin desagradables encuentros con grados de menos.

Ese día pasas por alto que de camino a casa no encuentres un solo semáforo en rojo y que te toque un dos por uno haciendo la compra. Que al pedir la coca cola sin hielo, el dependiente del burger king eche más bebida en el vaso, que te sonrían por la calle y que no te toque fregar los platos.

Que por fin te acuerdes de cómo se llamaba esa canción que tanto habías intentado evocar, en vano. Que te llamen para decirte que se aplaza el examen. Que llueva a mares el día del padre. Para Pelo Naranja, claro. Esa era una manía peculiar.

Ese día no tan cualquiera, no le das tanta importancia a que el paquete de tabaco aún esté medio lleno. Que hagas la foto con la perspectiva exacta que querías. Que intentes sacar un acorde de sol y te salga exactamente el acorde de sol. Te da igual despertarte tarde. Que te digan que has adelgazado, crecido, cambiado. Que ese peinado te queda genial. Que ese vaquero te hace buen culo. Te da igual el buen tiempo y las buenas noticias. Las canciones. (A excepciones). Los abrazos a ratos. Las palabras. Los gestos.

Te da igual que haya macarrones con queso para comer y que te cuenten el mejor de los secretos. No sientes el mismo placer al hacer el gilipollas y al saltar en la cama. Ir de compras. Explotar globos. Beber agua tras correr. La guitarra. El teléfono, la cámara de fotos.

Todo queda en un segundo plano.


O casi todo.


Sí, ten mucho cuidado con cómo y dónde te levantas una mañana cualquiera, porque ese día puede ser cualquier día, y es justo entonces cuando coges el teléfono y llamas a un número que ya es el número de siempre. Y esperas oír la voz de siempre. Y ya no quieres más.

Y serías capaz de dejar todo lo demás, que hasta entonces tanto estimulaba tu neurona fabricante profesional de felicidad, para seguir teniendo esa necesidad, esa otra voz, ese otro número. Ese día te das cuenta de que sin el contrapeso en el otro extremo del balancín, estás perdido.

Y si estás perdido...

¿Qué más da lo que pase con el resto del parque?

1 comentario:

  1. Ah, ah, ah, ah.
    DIOSMÍO.
    ¿Dónde dices que estaba tu inspiración?
    Ah,sí. De fiesta contigo todo el santo día.
    Y lo que no es fiesta...o sí.
    ;)
    IncreDible.
    PagGfé.
    Te quieRo.

    (:

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